Cuento a partir de : cuaderno, mierda, aire.
Lágrimas inútiles
Hoy no voy a escribir en mi cuaderno. Sólo tengo ganas de llorar. De encerrarme en mi cuarto con un paquete de kleenex, bajar la persiana y llorar. Yo sola. No quiero hablar con nadie, no quiero que me llame una amiga y me pregunte qué tal estoy porque no le puedo decir estoy bien y si lo hiciera la engañaría y no me gusta mentir; lo paso mal. Ahora también, pero es distinto. Sola no tienes que fingir, puedes ser tu misma. Tú misma; esa a quien odias y a quien quieres, esa a la que intentas engañar sin conseguirlo. Me abrazo, acurrucada, de lado, sobre la cama y me tapo con el edredón.
Llorar debe cansar porque me he quedado dormida. Unas voces infantiles me llegan desde el otro lado de la pared. Deben ser las cinco. Dudo un rato antes de levantarme y lo hago despacio. Cojo una bata para no destemplarme. Voy al baño y luego me preparo una infusión. Como unas galletas y pienso en qué voy a hacer de ahora en adelante. Vivo cómodamente aunque él no me haga caso. Será eso, que a sus ojos no existo, que soy invisible, lo que me entristece. Pero con hacerme ver no es suficiente. Podría ponerme un vestido rojo, unos tacones de órdago, un peinado atrevido y maquillaje a juego, pero si después de todo eso no se fija en mí, ¿qué recursos me quedarían? O aún peor, y si, de esa guisa le gusto. ¡Esa no soy yo! ¿Qué debería hacer? ¿vestirme, maquillarme y ser otra distinta para él? ¡Vaya mierda!
Y lo peor es que, mañana, como hoy, como cada día, le volveré a ver pasar junto a mí con aires de santurrón, paseando a su perro, oculto tras sus eternas gafas negras. ¡Maldito seas!
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