Cuento a partir de noche, delicadeza y estremecer
La oscuridad
Él la vio agazapado desde la oscuridad, la oscuridad era su aliada, su cómplice. La chica se veía tan apetecible, y él la deseaba, deseaba probar esos labios, ese cuello, esa sangre caliente y palpitante que le gritaba que era deliciosa; el aire le trajo un aroma dulzón que no pudo soportar, la deseaba más que cualquier otra cosa, la boca se le hacía agua cuando se la imaginaba entre sus brazos, debía conseguirla esa misma noche.
Le asustaba la oscuridad. Desde niña que no había podido evitarlo, sentía que le faltaba el aire, que no podía respirar y todo se volvía más oscuro, muy oscuro y esa oscuridad se la tragaba y no quedaba nada de ella. Necesitaba siempre una lucecita, una guía que le enseñase el camino, que no estaba perdida, pero aun así, podía notar como la oscuridad estaba ahí fuera, burlándose de ella, diciéndole no puedes conmigo, no te atreves conmigo, pero yo sí me atrevo contigo, ¿estás preparada?, porque allá voy.
Y finalmente la oscuridad la atrapó.
Se estremeció de puro placer cuando el hijo de la noche le clavó con delicadeza los colmillos en su indefenso cuello.
Y no volvió a temer a la oscuridad.
Antonia Gómez
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