Cuento a partir de: amor, silencio, tenue, templada y anclado.
EL DUELO
Bajo la tenue luz de la luna desenvainó la espada que había sido templada por Maese Pedro, uno de los herreros más prestigiosos del país, pese a ello sintió próximo su fin. Su contrincante era un vencedor nato, se contaban de él mil anécdotas que lo aproximaban a la inmortalidad.
En el silencio del amanecer luchó por el amor y el honor de ella, su amada. El candor y la inocencia que se le suponían debían ser preservados y su vida era un precio justo. Hay quien le había dicho que sus principios estaban anclados en el pasado, pero él no podía atender estos argumentos. El honor es lo más grande que posee un hombre, eso es lo que le habían enseñado y en ello creía.
No duró mucho la contienda, la diferencia entre los rivales era más que obvia. Cayó al suelo herido de muerte. Con el último aliento pronunció su nombre: Inés
Don Juan se acercó a él, y volviéndose a los testigos dijo:
–Cada vez odio más estas situaciones. Me obligan a batirme en duelo para defender el posible honor de mujeres a las que ni siquiera conozco. ¿Vosotros sabéis quien es Inés?. Si este pobre hombre ha muerto creyendo que yo era su amante, tal vez debería hacerle una visita y presentarle mis respetos.
Y así fue, señores, como Don Juan Tenorio conoció a Doña Inés de Ullóa.
Nita Coquard
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