inefable, portátil, iconoclasta
RAMSÉS
Entró en el bar con su portátil y se sentó en su mesa de siempre. La camarera le trajo un café con leche y un crusán, sin decir una palabra. Concentrado en la pantalla, pasaron las horas mientras tecleaba velozmente. De vez en cuando, se quedaba quieto, mirando a lo lejos, acariciando su barbita puntiaguda. Luego continuaba golpeando las teclas con furia y rapidez.
En el bar entró un gato atigrado, con la cola enhiesta. Caminó majestuosamente hacia la barra y con un salto elegante se subió encima. La camarera le abrazó, dándole la bienvenida cariñosamente. Le acariciaba y le susurraba halagos y promesas. Le acercó un platito y el gato empezó a lamer la leche.
Fue un momento inefable. Él ya no miraba su ordenador. Ella había cambiado totalmente su expresión. Su cara se había iluminado, mostraba una sonrisa generosa, unos ojos brillantes, una voz dulce y susurrante...
Sin que su mente razonase, como si su cuerpo actuara atraído por un imán, se acercó a la barra y comenzó a farfullar elogios y alabanzas al felino. Incluso intentó acariciarlo, pero el gato lo evitó con un hosco maullido y una mirada desdeñosa.
Por fin, pudo articular:
--¿Qué nombre tiene?
--Ramsés, un gran guerrero, con una larga y apasionante vida, el más poderoso de los faraones.-ella siguió hablando con entusiasmo del faraón, de sus batallas, de sus esposas, de sus hijos...Él descubrió reflejos rojizos en sus cabellos, que se habían escapado del recogido.
--Tutankamón es más famoso.
--En realidad, su único mérito fue vencer a los iconoclastas.-comentó con cierto desdén-Es famoso porque su tumba no fue saqueada por los ladrones.
Siguieron hablando del gato, de los faraones y de Egipto, de la pirámide de Keops, la pirámide de la sonrisa y del crepúsculo, hasta que con timidez le propuso ir a cenar juntos. Ella clavó en él su mirada de antigua diosa durante un tiempo que se le hizo eterno.
--De acuerdo.
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