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UN MUNT DE MOTS

Microrrelatos

Un tenue rayo de luz ilumina mi rostro. Casi había perdido la esperanza, casi me había rendido. Pero ahora, después de una larga y tenebrosa oscuridad, puedo salir  al exterior, desplegar mis hermosas, relucientes alas y VOLAR...

 

 

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Estaba obsesionada con la idea de morir y que nadie se diese cuenta durante una semana. Permanecería en silencio, marchitándose su belleza y perdiendo su dignidad. Su cuerpo se descompondría, solo e ignorado.

Estaba obsesionada con esa idea hasta que comprendió que había algo infinitamente peor: que nadie hablase con ella, que nadie fuera a verla, que nadie la echase de menos, durante siete largos días y siete largas noches, estando viva.

 

 

 

 

 

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Sintió la punta afilada en su pecho. De sus labios, fuertemente apretados, brotó un débil gruñido. Cuando todo acabó, marchó en silencio hacia el bosque. No quería ver a sus hermanas, no soportaría sus miradas compasivas después de lo que le habían hecho.

Entre los árboles, descansó y se fue recuperando. Acariciaba el lugar donde había estado su pecho y le dolía su ausencia. Seguía sin hablar, sin poder mirar a sus hermanas sin que el odio se reflejase en sus ojos.

Una noche de luna llena oyó la voz de alarma en el poblado. Trepó con destreza a un alto árbol y divisó a los invasores, que atacaban a sus hermanas. La lucha era feroz, las espadas y las lanzas chocaban con estrépito y se teñían de sangre. Con el robusto arco apoyado donde había estado su pecho derecho, empezó a disparar saetas letales que volaban en la oscuridad y se clavaban en los cuerpos de los guerreros. Heridos por las flechas que surgían de la espesura, tuvieron que renunciar al ataque y huyeron en la noche.

Bajó del árbol y se abrazó a sus hermanas con lágrimas en los ojos.

 

 

 

Merche

 

 

 

 

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